Un año más algunos de nuestros alumnos han participado en este prestigioso concurso, y de nuevo una de nuestras alumnas ha sido ganadora de un premio por la calidad de su relato. En esta edición nuestra alumna Lucía Tezanos del Río, de 2º A consiguió el primer premio en la CATEGORÍA A (1º y 2º ESO) por el trabajo “Dos metros cuadrados”
Podéis leer su creación a continuación. Desde la Biblioteca del Garcilaso de la Vega queremos dar las gracias a todos nuestros alumnos participantes y por supuesto felicitar a la ganadora. Esperamos que su relato sirva de inspiración para que todos os animéis a seguir escribiendo.
Mi vida es complicada y
en muchas ocasiones voy de arriba para
abajo. Como un ascensor. Vivir en un séptimo piso da para comerse mucho el coco
mientras el aparato sube y baja y con él, una amplia variedad de
personalidades, caracteres, emociones, sentimientos, profesiones, aptitudes y
habilidades que se concentran en dos metros cuadrados. Yo prefiero subir sola,
no me gusta que me pregunten, que me miren, que me observen, que me escudriñen… Mi mundo es mío, pero eso es difícil hacérselo entender
a los demás cuando solo tienes 13 años y te miran desde arriba. Sobre todo si
te encuentras con ellos en el ascensor y no quieren hablar solamente del
tiempo.
Está claro. Hoy, no es
mi día. En este momento, mi mundo es mi ascensor y en este espacio tan reducido
y a la vez tan diverso, como la vida misma, me espero cualquier cosa. Voy al
instituto, entro en el ascensor, se cierran las puertas. O eso creía. Cuidado,
preparada….las puertas se abren: “La vecina curiosa”.
Entra ella. Mayor, por
no decir vieja. Simpática, por no decir plasta. Y curiosa, por supuesto. Y con
ella vienen las preguntitas del millón, que la salen del tirón, todas seguidas:
-¿Qué tal
las notas? ¿Ya tienes novio? ¿Qué tal tu hermanito? (Esta última no falla
nunca… ¿qué tendrá el atontado de mi hermano que no tenga yo? Siempre me
preguntan por él, sea quien sea).
Entre señora, entre. Que
no llego a clase. ¡Cómo huele a perfume del caro! Se nota que no tiene nietos
en quien gastarse la pasta.
-Bien…- contesto a la primera pregunta. Si
supiera que he dejado tres…
-No…- esta es la respuesta a la segunda. Mira
que es preguntona.
-Ehhh … ¿Cuál era la tercera pregunta? - Ah, si. Lo de mi hermanito. Uffffffff.
Cuidado.
Sexto piso, otra vez las puertas. A ver que toca ahora. ¡Ostras! “El cura y la
monja”.
No penséis
mal, no es que un cura y una monja vivan juntos en el sexto. Es que es un
matrimonio que parecen un cura y una monja. ¡Qué amabilidad, qué educación, qué
respeto… ¡Qué paciencia hay que tener…! Hablan tan despacio que si siguen así
me duermo de pie.
-Buenos días – dice él dirigiéndose a mi
-Buenos días –dice ella dirigiéndose a “la
curiosa”.
-Buenos días, ¿qué tal están? ¿Van a hacer
la compra?– dice “la curiosa”
Yo muevo la
cabeza como diciendo “que pasa, que tal, que hay”. No me apetece hablar. Como
de costumbre en el ascensor. Ahora empezarán a hablar entre ellos de lo de
siempre: el tiempo. Como si lo viera.
-¿Qué frío hace, verdad?
– dice “el cura”, que va forrado de ropa, con el abrigo de borreguillo y la
bufanda recién sacados del armario. Huele a alcanfor, como en casa de mi tía
Conchita.
-Si, ayer en el parte dieron que llegaba
una ola de frío – dice “la curiosa”.
No quiero
oir más, me pongo los cascos. Ya sé que es de mala educación, que me lo dicen
mis padres continuamente, pero no puedo con esto. Y al momento el ascensor para
en el quinto y entran “los conectados”. Estos son de los míos. Me gustan. Los
miro como cuando viajas al extranjero y te encuentras con alguien que habla tu
mismo idioma.
-Buenos días – repite “el cura”
-Buenos días – repite “la monja”
-Hola ¿qué tal? ¿qué escucháis? – pregunta,
como no, “la curiosa”.
Ellos nos
saludan a todos con un movimiento de cabeza. Si ya lo digo yo. Estos son de los
míos. Y yo, hago lo mismo. Pasan cinco segundos con el ascensor en modo
silencio absoluto y…tenía que pasar hoy. Paramos en el tercero. Horror. “El
apestoso” espera impaciente mientras apura el cigarrillo y con la colilla en
una mano y la bolsa de basura en la otra, entra en mis dos metros cuadrados. ¡¡Nooooo,
mis dos metros cuadrados son míoooooossss!!
Pero como
dice mi abuela, no hay dos sin tres y en el segundo piso entra “el del perro”.
No podía ser pequeño, no. Tenía que ser como un caballo de grande. Solo le
falta la silla de montar. Y encima a mi no me gustan los perros. Ninguno.
¡Por fin! Se abren las
puertas y todos queremos salir a la vez. ¡Ehhhh! ¡Yo soy la más pequeña y tengo clase, dejadme
salirrrrrr!
Pero creo que lo he
dicho para dentro y no me han oído. Todos salen y yo me quedo. Estoy como
mareada, tengo ganas de vomitar…creo que tengo fiebre. Me voy para casa. A
veces es necesario pasar por situaciones traumáticas para aprender y salir
fortalecido. Eso lo dice siempre mi padre. Yo creo que hoy he aprendido mucho:
a partir de mañana, mi mundo serán las escaleras y cada peldaño, una nueva
experiencia.
FIN